gracias por el fuego

“No vamos”, me dice Yann en un perfecto inglés.
“Dale, venimos desde Francia para hacer este viaje, no jodas”, le contesto.

Subimos nuestras mochilas y nos presentamos con nuestro guía/chofer Hilario y con nuestra madre/cocinera la cholita Modesta.

Soy el único que habla bien de bien el uruguayo, los bolivianos hablan mejor al castellano, casi como si fuera de España. A veces voy a tener que ser el traductor, lo sé. Para eso miré tantas películas y tomé el té a las 5 con Beatriz.

Vamos en una Nissan 4×4, como casi todas, con tres filas de asientos: delante para chofer y cocinera, y dos detrás para los turistas y yo, bien lustradita, con las ruedas bien infladas y con rico olor dentro y todo brillando por la vaselina.

Nos sentamos resignados, esperando los veteranos de Canadá. Igual va a estar bien, seguro algún cuento de Ontario tienen. Vamos al Salar de Uyuni, eso es lo importante.
No nos convencemos, estamos desilusionados.

Son las 8 de la mañana y ya estamos cansados de la camioneta. Mentira.

“Divinas”, dice un sonriente francés a mi lado. Una de las cinco palabras que le enseñé. Giro mi cabeza y ahí vienen nuestras compañeras de viaje.
Estaban bien, no da para escopeta.
Empiezan los empujones y los tinguiñazos con mi colega. Ahora sí estamos felices, vamos al Salar!.

“Hola”, “hello”, “danke”, se llaman Corinne y Felicitas, son amigas desde los 3 años y estudiaron siempre juntas. Una es más burra que la otra y no consiguió las notas para entrar a la Universidad, desde ahí que hacen un viaje al año juntas. Hablan algo de español, mejor el inglés y el alemán de taquito. Son de pocas palabras. Tuvieron diarrea y vómitos los primeros 2 días. Aburridas.

Arrancamos por el pueblo, todos quieren salir antes que los otros. Hay una competencia fea entre las agencias que venden los tours. Se conocen, se saludan y se putean por detrás. Hay una carrera entre las agencias que venden los tours. Se apuran para ir primeros.

“Nosotros vamos a hacer el mejor camino, nadie lo conoce”, nos dice Hilario y Modesta afirma con su cabeza.

El viaje es por montañas secas y llenas de piedras, caminos de tierras de una sola vía. Precipicios abajo. Montañas por todo alrededor, hasta el horizonte y pasándolo. El día está precioso, cielo azul-azul con algunas nubes, un poquito de calor. Paramos en lo más alto del viaje, 4100 m.s.n.m, una montaña desde donde se puede ver el faro de La Paloma.
La vista es increíble.

Las paradas siempre son de 15 minutos o un poco más, dependiendo de lo rápido que vuelvan las alemanas y se sienten a esperarnos.

Pasamos mucho tiempo en la camioneta. Las vistas desde la ventana son preciosas, pero no se pueden tocar. Hay llamas por todos lados, andan sueltas, rebaños de buzos y bufandas caminando por ahí. Algunas vicuñas salvajes también. “Alpacas y guanacos?”, pregunto. “No, a ellas no les gusta el pasto de por aquí”, responde Hilario luego de pensar el bolazo por unos segundos. “El guanaco escupe?”, ataco nuevamente. “Todos escupen, como los humanos, por placer y en defensa”. Es bueno para las respuestas, muchas mismas preguntas tal vez.

Solo hay 4 discos en la camioneta: “Grandes éxitos del Folklore Boliviano vol. I”, “Grandes éxitos del Folklore Boliviano vol. II”, “Bon Jovi” y  “Pura Ranchera Mejicana”.
También está Modesta, que habla por los codos. Hacen estos tours siempre juntos y todavía le dá para hablarle a Hilario por horas. Sin parar casi.
Mejor, así el chofer no se duerme.

El hielo siempre se rompe con las 6 preguntas que inician todas las conversaciones en los viajes: “de donde vienen?”, “por cuanto tiempo viajan?”, “después a donde van?”, “les gusta el dulce de leche?”, “en serio conocen a Peñarol?”, “sabes chiflar?”. Y mis respuestas del paicito, que nadie conoce y que todos dicen van a conocer en el próximo viaje, “no, no hay montañas”, “tenemos unas playas preciosas”, enseguida de eso “mejor vayan en verano, su invierno”, “3 millones nomás”, ” dos campeonatos del mundo y dos campeonatos olímpicos, cuando jugaban con los mayores”, “no, es todo natural, nunca hice musculación”.

Paramos a almorzar luego de un cañón enorme donde soplaba mucho viento, ésa era la parada preferida de Hilario y que nadie más conoce. Ahí igual soplaba mucho viento. De refuerzos y tamales se vino el primer almuerzo, bien al paso pero medio pichanga. Convenzo a las alemanas que solo coman pan y queso, que va a ser mejor por su estado, más para mí. De postre un mango enorme cortado de forma muy linda que nadie toca.

Repito durante todo el viaje la cebolla y el pepino. Son ricos para repetir. Lo compartí con todos, no hay que ser egoísta.

Seguimos entre montañas y montañas, el Salar lo vemos al último día. Ahora paisajes preciosos, valles entre montañas, subir a ellas y volver a bajarlas.

Llegamos a un pueblito en el medio de la nada. Seis casas y una que alberga visitantes. Están en la ruta. Parte del negocio. Casitas de adobe con paneles solares, “que hacen esos paneles?”, pregunto. “El Gobierno de Japón les dá a los campesinos una ayuda y les financia los paneles en 5 años, así tienen luz”, me explica Hilarius. En el medio de las montañas, un pueblito perdido y todas las casas con paneles solares.
Gracias a Japón y a las reservas de litio que tiene Bolivia para abastecer por 100 años a todo el planeta.

Hay luz, pero no hay agua caliente. Hace mucho frío. Eso está incluido en el precio, no bañarse en 4 días.

Donde nos quedamos está alejado del resto de las casas. Ahí mismo vive la familia que lo atiende. Tienen un puma de 1.5 mtrs. disecado que casaron hace 3 semanas, andaba molestando a las llamas. Ahora ellas andan pasteando por ahí a la vuelta, con sus cintas de colores en sus orejas para identificarlas de las de otros campesinos. No son muy simpáticas y pueden escupir si las molestas, así que las dejo tranquilas, bueno, a una la escupí porque pensé que me iba a escupir ella antes.

Recorremos un poco el pueblito y a merendar. Tés con galletitas. Quedamos en el “comedor” hasta la cena, siempre vive la merienda y pegadito la cena, como para no esperar mucho. También porque hay que levantarse muy temprano al día siguiente y desayunar y armar la camioneta de nuevo, ah, y cepillarse los dientes y ponerse desodorante, el máximo de limpieza aceptado por las bajas temperaturas.

Se nos suma Hilario a la conversa. En realidad se suma a hablar conmigo, con el hispano hablante. Tiene 2 hijos y en una semana nace el tercero. Hace 15 años que hace estos tours, antes trabajaba con otras agencias pero se cambio a ésta porque es la mejor. Claro. Quiere poner una estación de nafta a mitad de camino, así no tienen que cargar todo el tiempo los peligrosos 80 litros de gasolina sobre el techo. Sobre nuestra cabeza.
Tema que me tenía en vela, accidentes y muertes de turistas indefensos que solamente quieren conocer las partes más lindas de los países. Me cuenta de algunas, de las peores en realidad. De la última grave, donde murieron 14 personas al chocar de frente dos camionetas a la entrada del Salar. Sólo se salvó el conductor, el que iba borracho. Los tanques llenos de gasolina estallaron y murieron todos quemados, en el vasto y precioso salar.

Mi temor sube casi al 89%. Me lo siento en la falda y le digo: “Hili, nada de tomar eh?, si estas cansado paramos, si tenés sueño también, nada de hacer locuras, queremos llegar a ver el precioso Salar y volver sanos y salvos a nuestras casas”, con una sonrisa de borracho me dice que sí, “no solo por nosotros que somos 3 turistas y yo, que no nos conoces y no te importamos, sino por vos y por tu familia, por tu hijito que está por nacer en pocos días…”, me abraza y larga a llorar, llora por horas y horas, me moja todo el hombro. Intenté sensibilizarlo para no morirnos en un tonto accidente, pero no que se me ablandara tanto.

Modesta viene, nos deja la cena y se lo lleva a upa. Cenamos carne con arroz, “alemanas, ustedes coman solo arroz que sino les va a caer mal”. Soy el más grande del grupo, así que todos me tienen que hacer caso. Siempre viene antes una sopa, una riquísima sopa. Modesta nos deja la mesa bien servida y se va. Nunca acepta nuestras invitaciones a comer todos juntos. No los deben dejar. Levantamos la mesa y dejamos todo en la cocina. Lava y relava los trastos en un bidón con agua. A veces mejor no mirar y solo disfrutar.

Nuestra madre/cholita llamada Modesta, tiene 7 hijos, todos seguidos. “Ah Modesta, fueron buenos años” se me escapa. Tiene la virtud de estallar en risa en menos de 1 segundo. Habla todo el tiempo en que los demás se callan y hasta habla tomando aire para no dejar momento sin palabras. Es nuestra madre por 4 días.

Luego de la cena, bien abrigados, salir a mirar el cielo lleno de estrellas. No hay luz alguna en muchos kilómetros a la redondea y el cielo está despejado, sin luna. Ideal para ver ovnis y estrellas fugaces. Millones de estrellas en el cielo. El ruido de las llamas que están acostadas ahí cerca. El repentino recuerdo de que había un puma que molestaba a las llamas. La vuelta rápida a la cama.

El cuarto es bien básico. Cuatro camas de bloques y el colchón de paja en un forro de plástico, dos frazadas y a dormir vestido, con todo lo haya en la vuelta.

5.30 nos golpean la puerta, a desayunar y salir rápido.

Los huevos revueltos de Modesta los repartimos entre Yann y yo. Buen comienzo de día. Mate cocido, té de coca y vascolet con leche en polvo. Galletitas y dulce de leche. Las alemanas siguen mal y toman sus remedios. Modesta vuelve con unas tazas con agua caliente y le agrega unas hierbas, a las horas se mejoran. La coca y otras yerbas, según la ocasión, son el remedio perfecto para los males del cuerpo.

Unas vizcachas corren por la montaña. Son una especie de conejos más grandes, con dientes de sable y cola larga. “Que ricos que son…” dice Modesta y estalla en risa.

Salimos 6.15, tres minutos atrasados. Está un poco nublado. Hoy nos toca viajar en el asiento de atrás, más incómodos, más apretados, con la cabeza tocando el techo y golpeándolo cada vez que un poso se cruza. Incómodo día.

De lejos vemos la “Laguna Hedionda”, con la H muda. Paramos en una loma para apreciarla y olerla. Se llama así por los gases que por ahí hay. Hiede, con la H sonora.
Los primeros flamencos rosados que vemos en el viaje. Son unos pocos y están en el medio de la laguna descansando. Ya vamos a ver más.

“Laguna Celeste Martín” dice Hilario para que yo repita en algún idioma raro. “Esta laguna no la ve nadie más en el tour, solo nosotros”, cierra la propaganda.

Nos bajamos y vamos lentamente hacia la orilla. Sí que es azul, pero el cielo arriba también. El Río Uruguay  a veces también es azul. Hay muchos flamencos rosados, divinos. El sol se mete entre las nubes para darle un color más vivo a estos pájaros. Toda la orilla del lago está congelada. Les tiro una piedra a los flamencos para que vuelen, que hagan valer la estadía. Es increíble cómo a los 3mil m.s.n.m., en un lago lleno de minerales y gases, con temperaturas bajísimas, vivan flamencos rosados, increíble. Decí que ya había visto fotos y sabía que ahí vivian, sino no lo creía. No eran de Miami los flamencos estos?.

Este día es el día de las lagunas, vamos a ver 4, cada una de un color y de un olor diferente. Todas con preciosos flamencos comiendo las pequeñas algas que allí viven. Todas en el medio de montañas y desiertos.

Seguimos hasta otra de los puntos mágicos del tour, “Laguna Verde”. El cielo nublado no deja que sea tan verde, pero es preciosa igual. Como del color del océano cuando viene tormenta. Acá si que no vive nada porque tiene no se qué toxina el agua que no permite la vida dentro.

Una camioneta estacionada con turistas alrededor sacando fotos rompen la vista. Está a unos pocos metros de distancia. Miro y el Will que viene caminando. El Will de Cachi.
Abrazos en autraliano, francés y uruguayo. “Que casualidad”, “nos vemos en la próxima parada”, ” estás más gordo”.

Buen encuentro, pero una rápida conversación con el autraliano, deja claro que Will y yo vamos después del Salar al mismo destino. Desde que empecé el viaje sólo estuve un día en plena libertad. Claro que la paso de fiesta con la gente, pero quiero volver a estar solo y libremente andar por ahí. No quiero hablar más ingles. El Yann se va a La Paz y yo a Potosí. Will parece que también y quiere sumarse a mi bilingüidad. Lo sé, me usan por mi perfecto inglés y mi buen españolo, pero soy mucho más que el google translate, también lo sé.

Mi misión, a partir de ahora, esconderme de Will. Y disfrutar del tour, en ese orden.

Ya en el camino nos cruzamos con otras camionetas, es punto de encuentro de los que salieron de Uyuni y los que vamos subiendo. En las paradas hay otras camionetas, pero estacionamos lejos, fuera turistas.

Llegamos a unos agujeros en el medio del desierto que tiran roca derretida hacia arriba, con mucho vapor y olor. Se llaman géiseres entre ellos.  Es precioso y peligroso. Hay viento y no deja que el humo suba y suba, pero acercándose se vé como la tierra hierve ahí abajo. Un huevo duro se hace en 3 minutos y tiene todos los minerales que necesites.

Entramos a una reserva, como todo lo anterior, para almorzar. Ahí hay aguas termales. Una piscina natural/artificial, permite a los turistas sacarse la ropa rápidamente y meterse ahí a disfrutar del agua a 30º. Como parte del botiquín de primeros auxilios, yo andaba con mi short de baño. Así que a sacarse todo rápido y correr al agua. Lo único, había 8 turistas ahí dentro, pero el momento fue hermoso, creo que de la alegría hice pichí dentro, para ayudar con la temperatura.

Seguimos por el desierto, huellas de camionetas hay por todos lados, algunas doblan, otras siguen en paralelo. Todas van al mismo lado.
Nosotros todavía no. Pinchamos. Por suerte venía tranquilo y pinchó la rueda de atrás, la del gordo Yann. Nos bajamos y en menos de 8 minutos Hilarius, yo y el gato, cambiamos la rueda. La única de repuesto… no podemos pinchar más. Sino atascados en el medio del desierto y presa fácil de los lobos, vizcachas y pumas hambrientos.

Llegamos a “Laguna colorada”, con cielo nublado es marroncita. También está llena de flamencos rosados y algunos blancos. Todo alrededor de la gran laguna hay camionetas con turistas. Gracias a la viveza altiplana de Hilario seguimos de largo y vamos al pueblito albergue que hay a pocos kilómetros de la laguna. Conseguimos buenas camas. Modesta se queda en la cocina. Los turistas vamos a ver la laguna y los flamencos.

“Puedo ir adelante?”, le pregunto al chofer y con una sonrisa pícara me dice que si. Subo y mis canillas quedan trancadas contra la guantera. Modesta es cortita y el asiento de adelante está trancado. Hilario se ríe todo el camino. Yo me llevo de recuerdo un “Nissa” impreso en mi pierna derecha. Igual es más cómodo que viajar atrás y la vista es mejor.

El camino es todo de un pedregullo negro, tierra volcánica. Todas las montañas de alrededor son volcanes dormidos. De buen sueño.

La “Laguna Colorada” es otra joyita del tour. Pero también, las nubes tapando el sol impiden que los colores lleguen a su potencial. Es precioso, pero con sol seguro que es mejor.

Volvemos al albergue. Sentado en la mesa con la merienda frente a nosotros, veo por la ventana que Will pasa por enfrente, como buscando algo. Me tiro al piso y me arrastro como Rambo hasta llegar a la ventana y correr de a poco la cortina. “Que haces?” me pregunta Felicitas. La miro de golpe y le digo “cuerpo a tierra!”, demora 4 segundos entre que se arrodilla y luego se acuesta boca arriba. “Shh!” le digo, “Will está cerca”. Con una cuchara como espejo intento ver si Will ya se fue. Voy arrastrándome hacia la puerta, confirmo que ya no esté y vuelvo más tranquilo. Felicitas quedó dormida en el piso. La muevo con el pie y no responde, es de sueño profundo y diarrea fácil.

La cena tarda en llegar lo que hicimos durar la merienda. Nos llenan a comida. Lechones de engorde. Sopa primero y después milanesas con papas y arroz. Soy el mejor cliente de Modesta, como todo y más. Me enseñaron a no dejar nada en el plato, y por las dudas, tampoco en los de al lado. Nuestra cholita contenta de que comamos todo.

De sobre mesa se arrima Hilario, bañado y perfumado. Una gran sonrisa.

TT- A donde vas?
H-  …a tomar unas copas con los muchachos.
TT- No, no, no, que te dije anoche?
Hilario baja la cabeza y se sienta al lado mío.
TT- Tenés que ser más responsable, no podés ir a tomar hoy, aguántate hasta el viernes y tomás todo lo que quieras en Tupiza, pero ahora no.
Hilario asiente con la cabeza.
TT- bueno, ahora a la cama que mañana arrancamos temprano y tenemos un día largo.
H-…
TT- que pasa?, no tenés sueño?
Me responde moviendo su cabeza hacia los costados.
TT- Bueno, te podés quedar un rato con nosotros.
Levanta la cabeza y sonriente me abraza.
TT- Ta, ta, a ver… Hilario, a quién le tengo que rezar para que el día este lindo?
H- como en todos lados, a Torraca o a Dios.
TT- pero Inti, la Pachamama y todos esos no tienen nada que ver?
H- si, Inti es el sol.
TT- entonces le tengo que pedir a él que salga no?
H- … y si.

Salgo como todas las noches, bien abrigado a mirar el cielo. Las nubes de la tarde se fueron y las estrellas están en todos lados. Me alejo unos cuantos metros del albergue y espero unos pocos minutos hasta las 20.30 hrs. donde el generador se apaga y el silencio del desierto reina.

Dos estrellas fugaces, una detrás de la otra, me guían la vista hacia las montañas del este. La vista acostumbrada a la oscuridad me permite verlas. Afino un poco la mirada y veo que un señor de ropa blanca, un poco sucia, con algunos colores viene caminando hacia el pueblo, en mí dirección. Lleva un gorro te tejido boliviano, con muchos colores y un morral hecho de tela roja que cruza su pecho. Una larga rama hace de bastón. Va descalzo y tiene la tez oscura. La ropa parece tiznada.

TT- buenas noches, tiene fuego?
El señor se detiene frente a mí y me mira.
El señor- si tu no fúmas.
TT- es verdad… un chocolate tiene?
El señor- …
El señor- queríais hablar conmigo?
TT- …
El señor me mira fijamente. Tiene una mirada fuerte, pero cansada.
TT- debe haber sido un número equivocado, yo no…
El señor- me llamasteis…
Pienso un rato: a quien tenía que llamar?, era el cumpleaños de alguien?…
TT- …Papá Noel?
El señor no se inmuta, sigue mirándome fijamente.
TT- … no sé, dame una pista.
El señor- empieza con  “i” y termina en “nti”.
TT-… a ver… con i y termina con nti… pfff, ta difícil… otra ayudita?
El señor frota sus manos y una pequeña bola de fuego se forma en sus manos, la levanta hasta pocos centímetros de mi cara. Es una luz preciosa, que gira concéntricamente. Irradia calor, la intento tocar pero cierra sus manos y la hace desaparecer.
El señor- soy Inti, el Dios de la luz y el fuego. Y hace una reverencia.
TT- ah, que capito, si sos tan crá que podés hacer eso con las manos y aparecer de la nada, por qué mañana no iluminas con tu gracia todas las montañas y los lagos de colores?
Inti- no puedo… son días complicados.
TT- si, si, excusas nomás….
Inti- hace unos días que estoy distanciado con la Pachamama, dice que estoy siendo muy duro y que lastimo y seco todo lo que ella hace… tal vez tenga razón.
TT- no seas boludo… lo que vos haces es fundamental para la vida, la fotosíntesis, las mujeres bronceadas en verano, la ropa seca, haces mucho…
Inti- si… puede ser, pero las Nubes, primas de la Madre Tierra, se metieron en el medio y no puedo hacer nada, no quiero problemas con la familia…
Me mira y tiene lágrimas en sus ojos.
Inti- me secarías las lágrimas? Ya estoy cansado de quemarme…
TT- sí claro. Estiro mi manga hasta tapar el puño de mi mano y le arrimo hacia sus ojos.
Moquea un poco y con su mirada busca mi puño para limpiarse.
TT- pará que creo que tengo un pañuelo.
Le pongo mi pañuelo en su nariz.
TT- ahora soplá bien fuerte.
De un gran soplido prende fuego el pañuelo, lo suelto rápido y éste cae al piso quemándose hasta las cenizas.
Inti- perdón… hace mucho que no lloraba.
TT- no te preocupes, yo a tu edad también era blandito.
Me mira y sonríe.
TT- Usted preocúpese de arreglar sus problemas con la Pachamama, tómese su tiempo, nosotros estamos disfrutando mucho igual… vaya a descansar.

Esa noche hizo muchísimo frío, dormí muy mal, casi nada. No había forma de calentar la habitación y menos la cama. Tenía puesto hasta la campera y el gorro. Vapor salía de mi boca cada vez que respiraba. Todos los demás dormían placenteramente. No hubo diarreas esa noche.

“Martin, Martin” escucho entre sueños. Una mano que se apoya sobre mi hombre y me mueve delicadamente. “Martin, a despertarse que ya están desayunando”, me dice Modesta parada al lado de la cama. Un fuertísimo dolor de cabeza me impide levantarme enseguida. Medio entre mareado voy al baño y después me siento con mis compañeros que ya están desayunando.

Modesta se acerca y me da un té con hierbas, “es para el dolor de cabeza”. Yo no le dije nada a Modesta… igual le agradezco y me lo tomo. El cielo está todo nublado, feo, como de tormenta. No les cuento nada de mi encuentro anoche. Habrá sido cierto?, seguro fue un sueño.

Salimos enseguida a ver la “Laguna Colorada” de nuevo, rapidito que nos vamos al desierto de Yavi a ver la “Piedra árbol”. El Paisaje cambia rápidamente, en pocos kilómetros pasamos de las montañas secas, con algo de verde, a el desierto de arena y roca. Mi ánimo va con el clima, todo nublado, gris, fea luz, hace frío; una pena, pudiendo ver todas estas maravillas de la naturaleza y justo la mala suerte de que está nublado.

Paramos en la “Piedra árbol”, una piedra en el medio del desierto que parece un árbol, como dice el libro. Nada especial, sí rara.

Subimos de nuevo a la camioneta y arrancamos a atravesar el desierto. Recuesto la cabeza en la ventana, para intentar descansar un poco, cierro los ojos.

“Martin”, Modesta me llama. La miro y me señala hacia la ventana. Entre que acomodo la vista veo caer pequeñas gotas blancas que caen suavemente desde el cielo. Está nevando en el desierto!. “Podemos parar?!”, pregunto enseguida. “Ya vamos Martin”, me contesta Hilario.

Paramos sobre una gran duna y bajamos. Todo arena a nuestro alrededor, nubes encima nuestro regalándonos copos de nieve y al horizonte negras nubes con truenos. Es una vista hermosísima. Lo más lindo que ví en mi vida. Increíble.
Nos quedamos unos cuantos minutos ahí, disfrutando de la nieve que cuando toca el piso se desintegra, pero en nuestras ropas quedan unos segundos.
Arriba las nubes se abren un poco para dejar ver el azul del cielo.

Vuelvo a la camioneta con una sonrisa enorme en el corazón.
“Tiene nieve en la cara” me dice Modesta, ” no tiene algo para limpiarse?”. Busco mi pañuelo en mi bolsillo trasero y no lo encuentro. Miro a Modesta sorprendido, ella responde con una sonrisa.

El viaje continúa por lugares increíbles, paredes de rocas altísimas donde la camioneta pasa por el medio. Montañas nevadas al fondo, rocas rarísimas y de todos los colores. La felicidad está al máximo. Al horizonte el cielo negro y algunos relámpagos parecen estar discutiendo.

Llegamos a otra laguna, más grande y con un nombre que no es un color ni un hedor, pero no me acuerdo cual. Esta llena de flamencos, son los últimos que vamos a ver, por eso nos deja la camioneta en la orilla y se va unos pocos kilómetros más adelante para esperarnos. El cielo de a poco se va despejando, dejando ver los hermosos colores de las montañas reflejadas en el lago y los preciosos rosados flamencos que muy tranquilos desayunan en la laguna.

Para almorzar el lugar es el “Valle de la luna”. Un paisaje alucinante de rocas rojas, como el cañón del colorado, con túneles y agujeros hechos por miles de años de lluvias y ríos que ya no están, con musgos verdes en forma de cerebros viviendo en las rocas. Es la primera vez que almorzamos todos juntos, pollo con verduras. Rico, pero poco, mejor dicho, lo justo. Capaz que por eso no almorzábamos juntos.

Luego horas de viaje y llegamos a un pequeño salar atravesado por una larguísima línea ferra que une Chile con Bolivia. Solo funciona 2 veces por semana. Los bolivianos odian a los chilenos por haberles robado la salida al mar.

Pasamos por el “Ejército de coral”, una población milenaria de corales fosilizados que también se puede usar como rápido baño. Son 1,5 km2 de montículos de 3 mts x 2 mts de piedras de coral que al secarse el mar que ahí había fueron muriéndose y dejando un paisaje muy bizarro.

Luego seguimos a una “isla” en el medio de este salar, donde unos ladrones de momias encontraron hace 10 años una cueva llena de fósiles de algas. Al lado unas tumbas arregladas de una civilización preinca, para que los turistas como Yann y las alemanas saquen fotos. El Municipio les deja cobrar entrada a su ganancia por el hecho de encontrar tal magnífico yacimiento. Ladrones de momias con suerte.

De paso nomás, pasamos por “Pueblo quemado”. Un bastión chileno que en una de las guerras de hace millones de años luz tuvieron contra los bolivianos y en su retirada prendieron todo fuego y huyeron. Mamones.
Orgullo boliviano, que sin atacar, logró que su más odiado enemigo se rindió escapando por la puerta de atrás. Sólo por eso lo vimos. Porque sino son unas rocas medias negras y el pueblo nuevo (boliviano) debajo.

El día más largo y más lindo del tour va llegando a su fin. La noche en el hotel de sal está cerca. Llegamos a un pueblito, entre los salares, que vive de la sal y de los turistas salados como yo.

El famoso hotel de sal es una casa con unas habitaciones en su patio. Es de material por fuera y de sal por dentro. Ladrillos de sal decoran las paredes de las habitaciones, mesita de luz y cama de sal y sal gruesa por todo el piso. Pruebo todo menos el piso. Hay ducha caliente a 5Bs. Como todos se bañan, tengo que hacer lo mismo. Pero quedo para la segunda etapa mientras calientan el agua. Salimos con Yann a recorrer el pueblito, casitas de adobe y muchos niños por la vuelta. Unos juegan al basquetbol en la cancha principal (la única).

Unas niñitas me invitas a jugar al reloj, tirar a embocar desde las marcas de la llave. Son dos niñitas preciosas de 10 y 12 años que no paran de reírse con una sonrisa completamente blanca. Nos divertimos mucho y les doy la papita. El que ríe último ríe mejor.

La ducha recontra caliente y la merienda/cena. “Tonight is the night” me dice Yann, monedita y cada uno a su pretzel. Es el momento, las alemanas están mejor, de buen humor y es la última noche. Una riquísima cena, mucha risa, rodeados por sal y paisajes hermosos no pueden ser en vano. Hoy es la noche.

Después del último bocado de la ensalada de fruta, una le dice a la otra unas cuantas palabras en alemán, como un reto, se levantan “buenas noches” y se van a dormir. Yann y yo nos miramos como cuando Condorito mira al lector diciendo: “exijo una explicación”.

Salimos de cabeza gacha y pateando piedritas, a consolarnos en el pueblito y las estrellas. No hay nada de luz y las casitas son todas de adobe y de la misma altura. A los 2 minutos estábamos perdidos. Volvimos después de recorrer las 20 cuadras del pueblo.

La mañana siguiente, sólo va a ser muy de mañana si no hay nubes, así vemos el amanecer en el Salar y desayunamos ahí. Yo sé que sí.

Arrancamos 4am. A los pocos minutos estamos andando sobre el salar, un barro de sal y agua y tierra. Seguimos andando hasta que todo se hace plano y seco, sal a todos lados, sólo lo vemos por las luces del auto. Muchos kilómetros más adelante, de plano camino, montañas y montañas. Paramos en otra “isla” y esperamos frente una pequeña montaña donde va a salir el sol. Unas nubes por ahí molestan un poco, pero todavía hay tiempo para que se vayan.

Es bien oscuro todo alrededor y sólo se ve el cielo que va iluminándose por detrás de la montaña y su silueta.
Unos rayos de sol corren las débiles nubes que ahí habían, sale el sol, el Rey Sol, mi amigo Inti que me regalo la nevada en el desierto mientras arreglaba todo para que ese momento fuera especial. La cálida luz de los rayos del sol iluminan todo el salar, es precioso, es inmenso. Va siendo de un naranja, pasando por amarillo, hasta llegar a ser bien blanco cuando el sol ya salió. El cielo también pasa por todos los colores, azules, violetas, rojos, anaranjados, amarillos. Se la jugó el Inti. Las vistas más hermosas.

Vamos a la “Isla del pescado” a desayunar, recorrida por la isla, que era una isla sobre un mar hace muchísimos años y ahora es una roca enorme en el medio del salar con cardones encima. Desayunamos con otras 4 camionetas a la sombra de la isla, Modesta hizo una torta con forma de corazón. Will está en la mesa de al lado. Saludo de lejos y a seguir disfrutando de las vistas y de la torta.

Después del último cuplé salimos a cruzar todo el Salar. 40 kilómetros hacia la ciudad de Uyuni. Paramos en el medio, el medio de todo, sin nada alrededor, todo sal y miles de metros de sal y sal. Al retomar el camino Hilario me muestra las cruces en el camino, los lugares de los accidentes y cuantos murieron en cada uno. No me divierte para nada, todavía no nos bajamos.
A los pocos minutos frena de golpe. Otra vez pinchamos.
30 minutos le lleva arreglar esa cubierta, tuvo que abrir otra, cortarla y pegarla arrglando la pinchadura. Medio casero todo pero sirvió para disfrutar de unos 30 minutos extras de Salar. En la reanudada pasamos por un hotel de sal, verdadero, todo hecho de bloques de sal, pero nadie se debe quedar ahí, es caro, salado, y en el medio del salar, a parte todo el tiempo están entrando turistas a sacar fotos y probar las paredes.

Al final llegamos al pueblito donde viven algunos saleros y otros venden artesanías. Almorzamos todos juntos, felices y sonrientes.

Muchas camionetas pasan todo el tiempo, saliendo desde Uyuni al Salar.
Muchos camiones pasan cargando sal. Sólo una parte del salar se puede trabajar. Es patrimonio de la humanidad.

Llegamos a Uyuni, nos bajamos Yann y eu, despedidas, besos y abrazos. Fueron cuatro días compartiendo paisajes y momentos increíbles, diarreas y buenas comidas.

El último abrazo para la alemana que la moneda había deparado para mi. Me mira dulcemente, “tato…” me dice, le pongo la mano en la boca “no… no lo digas, ya lo sé, si tiene que ser nos vamos a volver a cruzar”, saca mi mano de su boca y me dice “que si me devolvés la linterna que te presté hace dos días, gordo choto”.

Compramos pasajes y a hacer tiempo recorriendo Uyuni, tenemos como 4 horas de tiempo. La feria del día, donde se puede comprar todo lo que necesites para vivir una vida plena y saludable, desde pastillas para la caída de pelo y que también son buenas para las hemorroides y sistitis, partes de autos usadas, ropa de todo tipo, televisores y relojes, especias de todos los sabores y empanadas, jugos y frutas ricas por todos lados.

“Nos vemos en Bogotá”, me dice Yann, él vuela desde ahí a París cercano a la misma fecha en que estaré llegando a dicha ciudad. El mundo es chico. Nos vemos en Bogotá.

El ómnibus está sobrevendido, gente parada viaja por horas en una carretera horrible con camiones y ómnibus pasando unos a otros todo el tiempo. Logro dormir un ratito hasta que frena a mitad de camino para ir al baño y comer algo.

Otros ómnibus también pararon ahí. Una cola de 9 personas frente a la puerta del baño me hacen cruzar la ruta para ir a bendecir a la Pachamama. “Taté!, taté!”, escucho y por las dudas me doy vuelta, Will que viene con una sonrisa de oreja a oreja a saludarme. Me dice de ir al mismo hostal, con él y otros australianos, es buen loco el Will, pero quiero volver a viajar solo, quiero hablar solo español. Le digo que sí, que vemos cuando lleguemos a Potosí esperando tener la buena suerte de llegar un rato antes o un rato después y poder huir.
Cobarde, pero con la única intención de ser libre de nuevo.

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17 thoughts on “gracias por el fuego

  1. Disfruté del relato de cabo a rabo!! y las fotos son PRECIOSAS!!!!!!!!!!!!!!!!!

    Ojalá estés disfrutando de unos días en espanol dél río de la Plata, en versión monolingue!!
    Beso!!

  2. Increible reeeeeeeeeeelaaaaaaaatoooooooo!!!
    Pero muy corto , me quede con ganas….
    Las fotos de los flamengos es de Flamingo s Road
    Beso
    Papa

  3. Varias cosas:

    a) Clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap!!!!

    b) Clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, clap, por las fotos!!

    c) Se te piantaron las minas? Cómo estaba para hacer un Teutonentango!!! No me preguntes lo que es.

    d) Disfrutá caballo!

    e) Mi vieja me hizo pollo con arroz

    f) Fin del comentario

  4. grandoteeeeeeeeeeeeeeeeeee !!!! geniales tus relatos como siempreeee! y buenisimas las fotosss !
    a ! gracias por los saludos de cumpleaños !!!

    cuando pegas la vuelta? tenemos que organizar pa juntarnos yo estoy yendo a fin de mes besossss!!!!!!!!!!!

  5. de pekin al salar.. ya no se donde mirar pero lo mismo ..tatao¡ estas toqueteando las fotos ..esos colores no existen¡

  6. Tato: Impresionante los colores del relato y de las fotos. Felicidades y seguí disfrutando el viaje. Te escuché pero no te vi, jejeje.

    Paula (la hermana de Nana)

  7. Excelentes las fotos y mejor aún los comentarios.-
    Seguí difrutando y conociendo de verdad,como lo hacen los aventureros como tú.-
    Un abrazo
    Los Islas

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