e.d.q.n.s.n.l.u.d.l.o.

“El día que no supimos nada los unos de los otros” es una selección de desencuentros, de momentos de nada y de (no) comunicación.

“Todo empezó con una obra de teatro que vi en Montevideo, de ahí viene el nombre de la exposición. La obra no fué muy especial, pero el nombre me quedó siempre en la cabeza dando vueltas. El día que no supimos nada los unos de los otros. Llegaría ese día? Por qué pasaría algo así? Será así que en un momento no vamos a saber nada los unos de los otros?, ya no habrá interés en el otro, en conocer a alguien nuevo?, nadie va a querer ser un poco más que un amigo virtual, entre miles de amigos virtuales? Llegará ese día?.
Ese nombre quedó en mi cabeza.
Unos años después estaba viajando por China, de mochilero, en un pueblito en las montañas de Yunnan. Era día de mercado y habían venido de todos los pueblitos cercanos a intercambiar productos, a vender y comprar. Había mucha gente, todos hablando, comprando, vendiendo, llenando sacos de arroz, atados de tabaco, té, gallinas, verduras, chiles.
Estando ahí, en el medio del mercado, entre tanta gente, en un pueblito en las montañas del país más poblado el mundo, del otro lado del planeta, me di cuenta que yo hacía dos o tres días que no hablaba con nadie.
Me había cruzado con otro mochilero hacía unos días y luego cada uno siguió su camino.
Desde ahí, por la barrera del idioma y de mi barrera de pensar en la barrera del idioma, solo había hablado lo básico.
Entonces me acordé de aquel nombre y de que ese día podía ser aquel.
Decidí que no.
Me acerqué a unos hombres que fumaban tabaco y me paré frente a ellos.
Dejaron de hablar, me miraron todos extrañados, esperando.
Los miré y les dije “nihao” (hola), lo poco que sabía decir en chino.
Se miraron y de repente todos comenzaron a decir “nihao, nihao” y a hablar entre ellos sorprendidos, a reírse . Se decían cosas entre ellos y me hablaban como si yo les entendiera, y seguro me preguntarían cosas y me contarían otras, reían, me miraban y me hablaban. Yo les respondía entre risas “solo nihao” y algo en español, ellos respondían entre risas muchas más cosas y “nihao” también. Se siguió acercando gente. Y a cada uno les decía “nihao”.
A cada “nihao” mío le respondían con risas y miles de palabras de todos al mismo tiempo.
Seguimos en esa “conversación”, riendo, mirando, señalando cosas, con mímica, hablando con señas.
Fué un momento divertido y lindo.
De alguna manera nos comunicamos y nos reímos.
Ahí, me di cuenta de lo fácil y lindo que era, y de que aquel día, en el que no supiéramos nada los unos de los otros nunca llegara, dependía solo de uno.

Luego fuí encontrando momentos como ese en otras personas, en otras ciudades, en otras situaciones.
Decidí capturar esos momentos, juntarlos y compartirlos para que ese día nunca llegue.”

“El dia que no supimos nada los unos de los otros – Der Tag, an dem wir nichts von den Anderen wussten” ist eine Ausstellung über das “Nebeneinanderherleben”, über Momente des Nichts und ohne Kommunikation.

“Alles fing mit einem Theaterstück an, welches ich in Montevideo gesehen hatte und welches den Namen der Ausstellung trägt. Das Werk an sich war nichts Spektakuläres, aber des Name schwirrte mir im Kopf herum.
Der Tag, an dem wir nichts von den Anderen wussten. Würde dieser Tag kommen? Warum sollte so etwas passieren? Wird es so kommen, dass wir eines Tages nichts mehr vom Anderen wissen? Ein Leben ohne Interesse für den Nächsten und dafür jemanden kennenzulernen? Keiner würde mehr als ein virtueller Freund unter tausenden von virtuellen Freunden sein wollen? Würde dieser Tag kommen? Der Name blieb mir im Kopf.

Einige Jahre später war ich als Backpacker in China unterwegs, in einem kleinen Dorf in den Bergen von Yunnan. Es war Markttag und die Leute kamen aus der ganzen Umgebung, aus den Bergdörfer um Produkte auszutauschen, zu kaufen und zu verkaufen. Es waren viele Leute dort, alle im Gespräch, einkaufend, gerade dabei Säcke mit Reis zu füllen oder mit Tabak und Hühner, Tee, Gemüse oder Chillies zu verkaufen.
Ich stand in der Mitte des Marktes, inmitten der Leute, in einem kleinen Bergdorf im bevölkerungsreichsten Land der Welt und ich merkte, dass ich seit zwei oder drei Tagen mit niemanden mehr gesprochen hatte. Einige Tage zuvor war ich mit einem anderen Reisenden unterwegs gewesen, danach ging jeder seinen Weg. Seitdem, sei es wegen der Sprachbarriere oder der Barriere, die ich meinte wegen der Sprache haben zu müssen, hatte ich nur das Notwendigste gesprochen.
Damals erinnerte ich mich an den Namen des Theaterstücks und überlegte, ob dieser Tag heute sein könnte. Ich entschied mich, dass er es nicht sein sollte.

Ich näherte mich einigen Männern, welche rauchend zusammensaßen und stellte mich zu ihnen. Sie hörte auf zu sprechen, schauten mich erwartungsvoll an.
Ich blickte zurück und sagte “Nihao” (Hallo), das einzige was ich auf chinesisch sagen konnte. Sie sahen mich an und sofort antworteten sie “Nihao, Nihao” und lachten. Sie begannen überrascht untereinander und mit mir zu sprechen, als ob ich verstehen würde was sie sagten. Sicherlich haben sie mich Dinge gefragt und erzählt. Ich konnte ihnen nur mit einem Lachen und einem “nur Nihao” und etwas mehr auf Spanisch antworten. Sie erzählten mir lachend sehr viele Dinge mehr, und immer wieder ein “Hihao”. Es kamen mehr und mehr Leute hinzu, jeden grüßte ich mit “Nihao” und auf jedes “Nihao” kamen Lachen und tausenden anderen chinesischen Sätzen durcheinander zurück. Wir folgten dieser “Konversation” mit Lachen, Blicken, mit Mimik, Gestik und Zeichensprache.

Es war ein lustiger und schöner Moment. Auf irgendeine Art und Weise schafften wir es zusammen zu kommunizieren und zu lachen.
Damals habe ich bemerkt, wie leicht und schön das ist und beschloss, dass es von jedem selbst abhängt, ob der “Tag an dem wir nichts von den Anderen wussten” jemals kommt.

Später entdeckte ich ähnliche Momente in anderen Städten, mit anderen Personen und in anderen Situationen. Ich beschloss diese Momente einzufangen, zu sammeln und zu teilen, damit dieser Tag niemals kommen mag.”

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