casi casi

En la escuela siempre fue que La Paz era la capital política y Sucre la capital económica, o al revés, o una de esas. Cuantas capitales tiene Bolivia? Dos, una es esto y la otra aquello.

Un 21 de setiembre llegué a la ciudad universitaria de Sucre, ese mismo día se celebraban varias cosas: el día del estudiante, el de los enamorados, el de la secretaria, el de la primavera, el de la paz mundial, que van 264 días del año, el cumpleaños de Bill Murray, de Stephen King, de Diego Capusotto, de Tab Ramos y del carreta, los 72 años de que JRR Tolkien escribió el Hobbit, los 188 años de la independencia de México, los 45 de Malta y los 28 de Belice; por esas variadas razones, la gente iba feliz por las calles, tirando cuetes, con ramos de flores en sus manos, con música en todas las esquinas, abrazados, tomando en todas las esquinas y con sonrisas por todos lados.

Claro que de todo eso nos enteramos al día siguiente. Pensamos, como le hicieron creer al Pompa Borges al llegar a Paris un 14 de julio, que eso era para nosotros.

Así que no podíamos ser ajenos ante tanta alegría y como me dijo Julio César, “véncelos o únete!”, para que vencerlos?, había tanta alegría por donde miraras que nos cambiamos y directo a los bares.

Luego de unas cuantas cervezas (la barata y fea Potosina) la mala cebada empieza a hacer efectos, aguanto y aguanto. La noche está divina, la gente baila lo que el discjockey egoísta pone, a nadie le importa su mal gusto, solo bailan y bailan. Mi estómago ya no aguanta más. Cuando decido salir corriendo hacia el baño veo una cara conocida, “Pascal!”, grito (de Pascal et Fabien), se da vuelta y viene hacia mi. Abrazos y unas cervezas más contándonos de los últimos días, que esto, que lo otro. El siguiente recuerdo lo tengo en el baño, pero no les debe interesar mucho.

Quedamos con mis amigos franceses de vernos a las 14.30 en la plaza mayor, punto de encuentro de todos los que por ahí pasan. Claro que llego tarde y no los encuentro, pero voy al bar de la noche siguiente y ahí los encuentro. Fabien, que ahora sabe 6 palabras en español, se levanta y tira su plato de comida al piso. Putea en francés y yo río, me río de janeiro, Pascal me traduce su puteada, no era necesario, no era para mí. Luego de un rato, me despido y salgo a la ciudad, aprovechando que el Will se quedó en el hostal o albergue, (era muy raro ese lugar). Camino todo hacia abajo, hacia los parques, preciosa ciudad, muy diferente a las anteriores, todas las casas del barrio antiguo mantienen su arquitectura y el color blanco, no pueden pintarlas de otro color, no señor.

El tráfico igual que en las otras ciudades, un caos. Sólo algunos policías y unos semáforos intentan ordenar las hordas de minibuses chinos, koreanos y japoneses que con el destino escrito en español recorren las calles llevando gentes hacia todos los puntos de la ciudad. Todos los vehículos que ya no se usan en esos países asíaticos, los compran en Bolivia, o se los dan a cambio de gases. Yo tengo gases. Ni los pintan, ni siquiera les cambian los nombres de las compañías, ni el “cómo manejo tel. 99828230045(en chino)”, sólo le cambian el destino y los pasajeros de adentro.

Llego al parque de las luces, donde el agua de las fuentes danzan al son de la música clásica. Es de día y hay viento, no hay luces y la música no se oye a menos que estés a 5 metros de la fuente, mojadura asegurada.

Me siento en un banco a disfrutar del baile y con la música que yo quiera. Tarareo el “que los cumplas feliz” y luego “el payaso plin-plin”, el agua parece funcionar para cualquiera de las dos canciones. Un señor de saco y pantalón, de un negro bien oscuro, camisa blanca sin corbata y de sombrero negro, lleva un maletín bajo el brazo, se sienta a mi lado sin mirarme.

Sr. (sin mover la boca y casi susurrando)- …es la misma canción…
Lo miro en silencio, sin entender mucho.
Sr.(sin mover la boca)- es la misma canción.
Me mira de reojo y me cabecea diciendo que sí.
Me quedo mirándolo fijo, serio (para imponer presencia).
TT- de que me habla?
El señor mira para ambos lados, como preocupado y levanta una de sus manos, como si se oliera un perfume que se acaba de probar en la muñeca y murmura unas palabras. Mira para ambos lados y me mira.
Sr. (sin mover la boca, pero como modulando con los ojos)- ES – LA – MISMA – CAN – CION.
Y abriendo más los ojos mueve su cabeza.
TT- si… puede ser. Tarareo un poco de cada una.
El señor me mira fijamente, extrañado.
TT (moviendo la cabeza hacia los costados y aplaudiendo a ritmo) – que los cumplas feliz, que los cumplas feliz… el payaso plin-plin, el payaso plin-plin… Si! tenés razón.
Sr.- (decepcionado) Es la misma canción…
TT- si loco, ya te dije que tenías razón.
El señor se tapa la cara con sus manos y empieza a llorar.
TT- no seas mariconcito, no llores.
Sr. (moqueando)- si te digo “Es la misma canción”, vos no tenés nada para responderme?, no hay unas palabras que me tengas que decir?
Pienso un rato, sigo tarareando las canciones, a ver si hay un jueguito de palabras, como el canto de las porristas “te pido la Pe” y a lo que todas responden “te doy la Pe!”, pienso y repaso pero no se me ocurre nada.
TT- no… vos? Si yo te digo: Es la misma canción, vos que me dirias?
Larga en llanto nuevamente y luego una risa se empieza a mezclar, ya más de locura.
Lo miro.
TT- si, es la misma canción.
Me mira de golpe, con los ojos desencajados y la risa que quedó en pausa.
Sr.- entonces sos vos! Hace 4 meses que vengo a este mismo banco y cada vez que alguien se sienta vengo y le digo la frase, esperando la contraseña y nadie la sabía! Sos vos!
TT- … yo soy yo si…
El señor nuevamente dice algo a su manga.
TT (me siento de costado mirándolo)- que soy?
El señor gira hacia mi y poniendo el maletín sobre el banco lo abre, muchos papeles tiene dentro, algunas fotos de personas entre público, en blanco y negro que no logro reconocer. Toma una y mirando hacia todos lados, buscando que nadie se entere, me la da.
Sr.- … me pidieron que igual la muestre la foto….y que usted sea discreto esta vez…
Miro la foto, está un poco borrosa, como una foto sacada en movimiento.  Hay un escenario improvisado y un señor de gorro raro con los brazos en alto hablando, gente mirando en esa dirección, es como si la hubieran sacado desde el público. No reconozco mucho al personaje.
TT- quién es el que está arriba?
El señor se queda mirándome sin entender mi pregunta. Vuelve su mirada a la foto y me mira. Me doy cuenta que debo saber quién es.
TT- … si, ya sé quién es, estaba jodiendo.
Lo digo para ganar tiempo mientras pienso.
TT- y como anda? (señalando al hombre de la foto)
Sr.- ni me diga… la gente cada vez lo quiere más.
TT (sonriendo)- que bueno…
El señor me mira de golpe.
TT- que bueno que tenga esta foto… yo ahora… andaba hace rato buscándola… muchas gracias señor.
Abro mi mochila y la meto para dentro.
TT- bueno, me voy yendo que tengo un laburito que hacer.
El señor me mira sorprendido, esboza una sonrisa.
Sr.- cuál es su próximo trabajo?, la misma agencia?
TT- … eeee… no, no es la misma…
Le doy la mano y me levanto. Me voy caminando en la misma dirección por la que vine. Miro para atrás y veo que el señor levanta su manga y habla algo, se levanta y sale corriendo en la otra dirección.
Espero que se vaya un poco más lejos y me siento en otro banco, bajo la sombra de un árbol, para mirar la foto que me dio.
La miro y miro, no reconozco bien quién es.
Pasa una cholita cerca y le grito, “mamita, mamita, venga por favor”, así le dicen a las cholitas, a veces, y sus hijos siempre.
Le muestro la foto y le pregunto quién es.
La mira y  me mira sonriente, “es el Evo!”, me deja la foto en mis manos y se va.
Miro la foto y si, lo reconozco clarito.

“Tató!” me gritan. Miro y Pascal et Fabien que vienen hacia mi con un paquete de galletitas recién abierto. Me invitan a seguir el paseo con ellos y sus galletitas, claro que acepto. Hago una pelota con la foto y la tiro en la papelera, desde una distancia que muchos errarían, yo también. Me acerco, agarro la pelota de papel y la deposito dentro. Salimos de recorrida por la ciudad, parlando francesse y españolo.

A la noche, ilusionados con la anterior fiesta, quedamos en encontrarnos en un barcito. Nada pasó. Sólo dos franceses, un australiano y un uruguayo salieron esa noche.

La mañana siguiente fue de excursión. A “las 7 cascaditas” nos fuimos. Unos cuantos kilómetros en las afueras de la ciudad, todo bajo mi guía porque claro, soy el que mejor españolo hablo. Primero bondi hasta el destino y de ahí caminar unos 5 kilómetros, me habían dicho. Llegamos a destino y nada, uno de los barrios de los accesos, cambia totalmente el paisaje, allá a lejos vemos las blancas cúpulas del centro, ahí todo es de ladrillo o adobe, la gente nos mira. Tres turistas de bermuda y cámara de fotos, más yo, caminando por esas calles, éramos un regalito. Paro un taxi y le pregunto por las cascaditas, yo me quiero ir de ahí, algo me huele mal y no soy yo, la gente nos mira raro. Todavía le peleo el precio, porque si, ta bien que me quiera ir de ese lugar, pero no pagando de más.

Llegamos a un buen precio y nos lleva hacia el camino a las cascadas. Fueron como 10 kilómetros de camino entre las montañas, con subidas y bajadas, tierra y calor. Por suerte algo me había olido feo, sino nos clavábamos caminando al rayo del sol como 2 horas.

Llegamos a un caminito de tierra que sale al costado de la ruta y ahí nos deja el taxista. “Hay mucha sequía”, nos advierte, “… las cascadas no deben tener agua!, jaja!”, sale derrapando y una ola de polvo nos cubre.

Nos miramos y comenzamos nuestro viaje hacia el río, caminando por las montañas. Vemos la primera cascadita, linda, de unos 2 metros con un chorrito de agua y un poquito de agua más abajo. Decidimos no bañarnos todavía, vamos a ver las otras y nos quedamos en la mejor. Llevamos provisiones para un picnic y cuchillos por si hay osos.

A los pocos metros ya estamos perdidos, no vemos el camino para subir la siguiente cascadita, nos separamos en dos equipos para encontrar el mejor camino, el de los otros era el correcto. Igual llegamos a la cima del cerro y seguíamos sin ver la bajada, teníamos la cascadita preciosa ahí abajo y no veíamos la manera de llegar. Los aguiluchos nos sobrevolaban. El calor ya era insoportable. Todos tenemos cortes en los brazos y piernas por los arbustos con espinas. La moral comienza  a bajar. Por el camino del río, a los lejos, divisamos que un grupo de gente viene. Los espiamos entre los arbustos para ver que camino toman, eligen el mismo que nosotros, pero a los pocos minutos ya están en la cascada. Y nosotros?, pasamos ese caminito y no lo vimos… le grito al guía y le hago señas con los brazos, para que me diga por dónde bajar. Me señala que por donde estamos está bien. Varios rasguños más y ramas en la cabeza y los bolsillos llegamos al río. Pero todavía estamos lejos de la cascadita, donde los otros turistas ya se están bañando.

Quedamos atascados de un lado del río, a pasitos nomás de la otra gente. Los franceses cruzan por unas rocas y agarrándose de la pared, el Will cruza por otro lado y el gordo tato se queda parado en una roca, en el medio del río. Viene el guía y me empieza a boquillar. Me dice que la semana pasada estuvo ahí mismo con unos uruguayos a lo que enseguida le pregunte si se acordaba de los nombres, es que nos conocemos todos. Pero a esos no los conocía. Me separa un salto de 2 metros, pero el pánico escénico me supera. Todos mirando cómo yo hago amagues para saltar y me quedo, no puedo hacerlo y menos cruzar por las paredes como hicieron estos pibes… Llevo mi mochila con la cámara y no quiero saltar y quedarme a mitad de camino, saltar lo salto, creo, pero el problema es la mochila con la cámara. Me dicen del otro lado que les tire la mochila y que después salte. No me animo, hago un revoleo y no la suelto, peor, casi se me cae al medio del río. Al segundo intento tiro mi mochila y la reciben del otro lado. Alivio. Ahora falto yo. “Cuento hasta 34, cierro los ojos y salto”, pienso pero no lo hago. Me saco los championes, los tiro hacia el otro lado, me remango la bermuda y cruzo caminando. Ya está.

La cascada tiene una altura de 4 metros y el laguito de abajo sólo 3 de ancho y otro tanto de profundidad, cosa que un golpe te podés llevar. A parte, el centro (donde hay que caer) es de 1,5 metros, a los costados la profundidad es aún menor. Mierda, llegar hasta ahí para nada. Quedamos todos en la orilla de la cascada mirando para abajo, viendo dónde hay que saltar y  otra cosa, después hay que subir una pared de piedra que no se ve muy fácil. Le preguntamos a uno de los otros turistas que ya se está secando, por el salto y por la posterior subida. Dice que el fondo está lleno de rocas y que no cree que sean 3 metros, pero lo peor es la subida, que es difícil. El guía se ríe y nos mira. Me sigue boquillando. Lo voy a cascar en cualquier momento.

Me retiro un poco a pensarlo, me saco la camiseta y corro unos 3 metros y salto. El estómago se me sube en milésimas de segundo y al poco tiempo aterrizo a lo soldadito en el lago. Pocos metros de profundidad tiene y el agua está helada. Toco el piso y me impulso hacia arriba, salgo bien rápido y me quedo en la orillita, orgulloso y tembloroso. Ahora me toca boquillarlos a los demás. Mientras ellos deciden quién salta primero, yo comienzo la difícil tarea de subir por la pared vertical de roca puntiaguda. Van saltando de a uno, yo sigo subiendo, raspándome las rodillas y mirando hacia abajo cómo las rocas me esperan ansiosas de una caída. Por suerte nada pasa y todos nos encontramos a los pocos minutos, sentados a orillas del río, comiendo nuestros refuerzos.

El guía me explica más o menos, cómo volvernos. Subir una difícil pared de rocas y luego caminar por la cima de la montaña y “después el camino es fácil”. Terminamos nuestro almuerzo y comenzamos la escalada. La primer parte la hacemos bien, yo voy tercero, el Will detrás de mí. Llegamos a una parte de la montaña donde hay un “caminito” de piedritas sueltas en la ladera de la montaña, que tiene una inclinación de 40º o algo así. El piso es de pedregullo y esa parte tiene como 2 o 3 metros de largo, no hay nada para agarrarse y hacia abajo solo un precipicio. El precipicio que termina en rocas puntiagudas muchos metros más abajo. Veo cómo los franceses lo cruzan sin problema. El Will viene un poco retrasado. Yo me quedo frenado ahí, dudando de hacerlo. Sino que hago?. Estudio el terreno, difícil. La vuelta sería peor y quedaría del otro lado del valle. Tengo miedo. Apoyo un pie y hago para delante y para atrás haciendo como un pozo. Pruebo poner mi peso sobre ese pie. No es muy confiable. Los franceses me dan ánimo del otro lado. Una raíz asoma por la pared de pedregullo. La agarro y lentamente voy depositando mi peso sobre mi pie. Unas piedrecitas se mueven. Me tiemblan las piernas pero no puedo pensar en otra cosa más que cruzar. Corro un poco mi pie de apoyo, quedando solo la punta del pie y acomodo la otra punta del pie. Peor, porque si se van las piedritas se me van los dos pies al mismo tiempo. Miro un poco hacia abajo y rápidamente imagino una caída. Nada lindo. Muchos pensamientos pasan por mi cabeza. Lo tengo que hacer.  Dejo mi segundo pie en el huequito y busco, estirando mi otro pie, un lugar seguro donde terminar de cruzar en dos largos pasos. Lo encuentro y sin dudarlo me balanceo hacia allí. Por fin cruzo. Me siento ahí nomás. Con piedritas que caen, pero ya con una ramita más firme y bien cerca. Me doy cuenta de la locura que hice y de lo que podría haber pasado. En eso veo que Will está detenido frente al mismo paso que yo. Su cara muestra preocupación y miedo. Le doy ánimo y le explico cómo cruzar. Le extiendo mi mano mientras me agarro de la ramita. Tomado de mi mano cruza rápidamente. Se sienta a mi lado y respira aliviado. Yo también. Que pasaba si Will, agarrado de mi mano, resbalaba?. Mejor no pensar y seguir caminando.

Llegamos a la cima y nos damos cuenta que seguimos perdidos. Vemos a lo lejos los techos de la ciudad y nosotros que caminamos en la otra dirección. A lo lejos unas casitas, propongo ir en esa dirección, de alguna manera esa gente sale de ahí.

Luego de 30 minutos caminando llegamos a una casita, perdida en la montaña. Un perro y un niño salen a nuestro encuentro. Le pregunto por Sucre, el niño no habla español, me lleva con su padre que sí habla mi mismo idioma. Bueno, lo habla más o menos. Me indica que después de aquel árbol hay un camino mejor que nos lleva al próximo pueblo.

La moral del equipo es baja. Unos proponen volver. Otros de seguir un poco más. Ya es tarde y en 1 hora empieza a oscurecer. Hace unos cuantos minutos que se nos terminó el agua. Llegamos al pueblito, pocas casas, poca gente en la calle y a los que les pregunto por Sucre me responden en aymara o quechua. Una nenita me señala una portera y me dice “camión”. Miramos y a lo lejos vemos una nube de polvo y luego un techito blanco que asoma. Salimos corriendo gritando y moviendo los brazos. El camión frena y nos lleva por Bs.5 los 40 kilómetros que nos separan de la ciudad. Que alivio. Cómo nos alejamos tanto?

A la mañana siguiente, de nuestro último día en Sucre, decidimos ir a ver las huellas de los dinosaurios. Una fábrica de cemento, a escasos 3 kilómetros del centro, estaba explotando una cantera cuando de repente cayó toda una pared de la montaña descubriendo muchas huellas de dinosaurios, en todas las direcciones, caminando en parejas, en familias, herbívoros, carnívoros, de todo. Hacia ahí fuimos con el Will. Una pared inmensa descansa a 10 metros de un mirador dentro de un parque temático. Un aburrimiento tremendo la explicación de la guía, que es necesario pagarla para poder ver esas pisadas que hace miles de años dejaron unos bichos enormes que andaban por ahí buscando agua.
La fábrica ésta sigue explotando la cantera y con sus explosiones, la pared esa se ha ido quebrando y cayendo algunas partes. Nadie hace nada. Es una cantera rica.

A la tarde nos vamos, nos separamos con mi amigo el australiano que no habla español. Del que quise huir tantas veces y del buen amigo que encontré. Yo me voy en busca de La Paz y el, hacia la Santa Cruz.

19.30 estoy en la terminal de ómnibus, tengo 20 minutos para comer algo y subirme a mi coche. Busco en la terminal y nada rico. Huelo una fritura y salgo a la calle en busca de ella. Unos carritos en la vereda de enfrente me chistan cada vez que una hamburguesa cae sobre la plancha.

Parado mirando cómo ésta cholita dominaba con tanta agilidad la espátula sobre la plancha se acerca una chica gringa, se para frente a la plancha y sin titubear pide, en un español raro, una hamburguesa completa. Hermosa actitud. Pido lo mismo. Ella va a La Paz también, pero en otro coche. Nos vemos allá y buscamos dónde quedarnos. Bien. Cambié al Will por una holandesa.

9 thoughts on “casi casi

  1. Sabia que le tenias miedo a las alturas, pero tanto no!!!!!
    Porque le tenes miedo a las alturas, siendo tan alto…no tendrás vértigo, como tu prima y me contaban que tu padre también…
    Dios lo dirá , pero cuidado con las alturas, chiquito.
    Un beso enorme

    AP Roberto
    PD vi los pies de los dinosuarios, en las fotos que genial

  2. Tato !
    Gracias siempre por esos cuentos llenos de colores.
    Colores como esa plasticidad de la bandera boliviana junto al casi azul obscuro cielo.Me encanta!(Parece macDonald)A las dos fotos anteriores al Sr con el dedo en la boca las tengo que estudiar 1 poco+.Sobre todo porque Roberto les vió los pies! a los Dino
    Un gran abrazo Stefan

  3. hijito mio casi casi me matas del susto de que cayeras al precipicioooooooooooooo
    Y pensar que aca no subis a la azotea a colgar la ropa porque le temes a las alturas!!!! jajajaja
    besos……me quedo mas tranquila.??? que estas en Lima!

  4. TT:eeee… era una broma!!! es Evo

    Sr:si, claro… tu objetivo..

    TT:aha…(cara de ¿entonces? acompañado de silencio de ascensor)

    Sr:(preocupado)… son todas las instrucciones que tengo… ya sabra ud como proseguir.

    TT:obvio… ya sabrè yo…

    Sr:pensé que era mas bajo

    TT:lo era (suena el cel, musica de mision imposoble)….diga!, aha, halcon-alfa–perro-fuego-culo-negro-….cambio fuera

    Sr:ehh….

    TT:disculpe….

    TT se levanta y se va mirando un par de veces sobre su hombro, se baja los lentes negros, mira al Sr que deja atras y le habla a la muñeca del reloj como si de un transmisor se tratara…el Sr acomoda su sombrero de copa, el abrigo y se va en sentido opuesto… sabiendo que dejo el trabajo en buenas manos…

  5. Buen entrenamiento para luego ir a escalar las calles de La Paz!!! Me moría de risa (sorry, es feo reirse de la desgracia ajena, ya sé ya sé) leyendo tus malabarismos para salvar la cámara!
    Me alegro que hayas podido poner los pieses en tierra firme otra vez!!
    Las fotos? las disfruto siempre!!

  6. Que buena historia gordo! yo tambien me cague de la risa solo frente a la compu.

    De acuerdo con el carreta… sos un garqueta!
    Besos y sayonaras desde Kyoto.

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