rápido para llegar a Bolivia

No podía ser de otra manera, teníamos que ir a conocerla.
No en vano la Quebrada de Humahuaca se llama la Quebrada de Humahuaca. Y no es por lo precioso de Purmamarca ni lo lindo de Tilcara. Si se llama como se llama debe ser por algo.

Nos bajamos bien temprano en la terminal, muchas cholitas ofrecen sus desayunos sentadas en el suelo con bolsas a su alrededor. Empanadas salteñas y tucumanas, humitas, tamales, ensalada de fruta, sopa, pollo hervido, mate cocido.

Dejamos las mochilas atadas a un árbol y salimos a ver que onda. Caminamos y caminamos, el pueblo es precioso, nos decidimos a quedarnos, más yo que juega Uruguay y lo quiero ver a como sea. Esa semana fui más fuvolero que nunca. Uruguay nomá.

De tanto caminar para arriba y para abajo, “doblando y subiendo en la próxima” y “dos más abajo hay otro hostal” llegamos a uno lindo y barato. No muy lindo en realidad pero igual, barato.

“Disculpe, la terminal?”, le pregunto al hostalero, “ahí a la vuelta”. De tanto caminar en todas las direcciones terminamos a la vuelta de la terminal, donde habíamos empezado.

Aprovechamos el día de mercado para recorrer y después seguir hasta “la blanqueada”, una roca blanca con una virgen encima. El señor me debe 6 kilómetros de mi vida.

Viajar con Yann, el francés, está muy bueno; aparte de que conoce a Amelie, sabe francés, es karateka y es buen amigo, dejó de fumar hace 5 meses y tiene una ansiedad enorme, entonces tiene que comer todo el día. Y yo, que nunca fumé, ni conozco a Amelie y mucho menos soy ansioso, me pasa lo mismo.

Esperamos escondidos detrás de unos árboles frente a una obra. Son las 12.30 del mediodía y en cualquier momento cortan para almorzar. Los obreros siempre comen rico y barato. Los seguimos y entramos tras ellos. Sopa, arroz con pollo y papas por $A 10. Perfecto.

Humahuaca es preciosa, ciudad colonial que se mantiene muy bien, con las casitas y calles de piedra. Faroles, viejos y perros en todos lados. Fue el bastión de defensa cuando los españoles venían rajando de Bolivia en la guerra de independencia. La plaza central con la iglesia, diferente a las otras, más chica y más rústica, lleno de árboles. Después una escalera enorme, como de diez mil escalones que lleva a un indio (supongo que será el indio Humahuaca) que con la mano en su frente mira hacia el más allá para avisar cuando lleguen nuevos turistas.

Una pequeña siesta y a seguir caminando por ahí. Los ómnibus desde Jujuy siguen viniendo y dejando turistas que levantan a las horas. Nosotros, los no turistas, estamos en las escaleras enormes mirándolos pasar. Una cajita con artesanías descansa frente a nosotros 4 escalones más adelante. Varias veces pasaron y nos preguntaron precios. Les vendimos a las cholitas 2 ceniceros más caros de lo normal. Ellas agradecieron con una sonrisa.

Tardecita, no hay mate, el pueblo ya lo caminamos, falta 1 hora para el partido. “Do you want a tamal?” le digo al francés, “wath is that?”, ” a tamal, that thing with corn and… corn, don´t be mamadeir”. Voy y compro dos tamales. Nunca los había probado, pero tenía buenas referencias. Al principio no sabíamos cómo comerlos, pero que deliciosos que son, gracias Humahuaca por los tamales!. Envuelto en la piel del choclo, una bola de puré de verduras con un poco de guiso de llama dentro, todo eso hervido y servido calentito. Voy por otros dos y otros tres más tarde. Abrazo a la cholita y le agradezco por lo rico que cocina. Le propongo que sea mi esposa, pero me dice que ya está casada y que tiene 5 hijos. Siempre tarde yo.

A las 18.00 hrs., en el bar del hostal, se encuentra quien les escribe sentado solo frente al televisor buscando entre 65 canales, con un control remoto con pocas pilas, el canal que pasa el partido.

Lo encuentro ya empezado. Sufro y gozo los goles. Grito el segundo gol cuando el mozo pasa con un mate con leche al lado mío, que del susto cae al piso. Me mira enojado, “Uruguay nomá!” le respondo.

Cenamos con los obreros y Argentina que pierde.
Todos enojados.
Yo no.
Conocí a los tamales y Uruguay ganó, Humahuaca en mi corazón.

A la mañana siguiente el primer ómnibus a Iruya. Coche viejo, con asientos de metal con un polifoncito, ventanas secas que no se mueven. Somos pocos, un asiento para cada uno así viajamos cómodos. Se sube un pibe morochito, mascando coca con la boca abierta, mirando los números de los asientos. “Tenés el 29?”, le pregunto como un vejiga, “no” y se me sienta en frente y me empieza a hablar. Son las 07.30 hrs. de un jueves de setiembre, la vista por la ventana es preciosa y no tengo muchas ganas de hablar en un ómnibus.
Me pide coca, porque la de él se le acabó. Se mete un buen puñado.
Se pone a mear en una botella en el asiento de atrás porque le embola pedirle al chofer que pare. Los pozos no lo ayudan. Putea.
Vuelve y se me sienta al lado.
Se llama Nestor, es metalúrgico, es medio plancha argentino, viaja por el norte para ir a ver a “El Indio” en Salta, estuvo internado 1 hora en Tilcara recibiendo aire, fuma y se mete coca para dentro, habla todo el tiempo,. “Yo entro grati, conozco a todo lo pibe/no son amigos mios, pero son amigos mío y de los pibe/soy de La Renga, es como mi vida/ de River, pero son todos putos, antes mataba por River, ahora me controlo más/los pibe me piden que les lleve coca/fui a ver al Indio a Montevideo, la gente en la calle se corría porque íbamos tomando vino por la principal/ que bueno la vela, como canta el enano” fue su monologo mientras yo asentía con la cabeza y trataba de no hablar más de lo necesario.
El ómnibus deja la ruta y se mete en un camino de tierra hacia el interior de las montañas. La vista es tan preciosa como peligrosa la ruta. Las curvas las toma a 10 kmh, baja por toda la ladera de una montaña por un camino que serpentea. La vista cuando mi lado del ómnibus queda hacia afuera es precioso, igual que el miedo de mirar para abajo y ver sólo un precipicio.
Algunos pueblitos pequeños, unos burros por ahí, ríos congelados por los fríos de la noche y las nubes que están sobre el valle se van desvaneciendo. Nestor me sigue hablando. Trato de distraerlo con las vistas, pero no se aguanta sin hablar, tiene mucho para decir.

Llegamos a Iruya, pueblito precioso que cuelga de una montaña, con la blanca iglesia en lo más bajo del pueblo y las casitas que suben la ladera, callecitas de piedra y los 2.800 mts de altitud. El lecho de un gran río seco separa a Iruya de otra montaña que está al frente, unas casitas sobre esa ladera le intentan hacer la competencia. Iruya es preciosa desde dentro, desde en frente, desde arriba y desde abajo.

Vamos en busca de un hostal para pasar la noche, “lo de Asunta?”, pregunto a unos viejitos, uno de ellos, con un giro de su cuerpo que duró como 3 segundos, me señala por la calle de piedras hacia arriba, casi al infinito. Dos cuadras eternas y en subida empinada.

El Nestor mira hacia arriba “ni en pedo, yo me quedo acá en la iglesia”. Nos metemos más coca, cómo si fuera combustible y subimos. Paro a los 30 metros y me doy vuelta con la excusa de mirar el paisaje, tomo aire, todo el que puedo y sigo. Casi en la loma una niñita me ofrece hospedaje barato, vamos con ella a su casa, es la más alta de todas, es barata y tiene una vista preciosa. No es lo de Asunta, es la casa de al lado. Demasiado tarde pregunte.

Este pueblo es precioso, tan lindo de mirar desde abajo como desde arriba, tan odiosas de subir las calles empinadas, siempre en cuotas. Igual lo caminamos todo y en todos los sentidos, vamos al cementerio y al mirador.
Nos cruzamos con el otro turista, “es de Austria, yo estuve hablando con él”, nos dice el Nestor.
Vamos al pueblito de enfrente cruzando el río seco. Un burrito parado en el camino mirando a la pared de la montaña. Es viejito. Lo acaricio y sigo.
Son muy lindos los burros, siempre andan con cara de recién despiertos y están quietos mirando algo o nada, no se mueven mucho.
El pueblito de enfrente parece que sólo sirve para mirar desde enfrente a Iruya y ver lo linda que és.

A la vuelta, nos cruzamos de nuevo con el otro turista. Hablamos de ir al pueblo siguiente, San Isidro, que solo se llega a pie siguiendo el lecho del río (seco), son como 8 kilómetros ida y sus otros tantos para volver. En una rápida conversación nos convence de salir temprano, a las 7.30 en nuestro albergue prontos. De eso nos dimos cuenta cuando estábamos cenando unas empanadas. Nos convenció fácil y ni cuenta nos dimos.

Volviendo por la maldita subida hacia nuestra casa, vemos cómo debajo de la luz de un farol está parado nuestro amigo el burro con otros dos burros más, quietos mirando algo, con las piedras de la angosta calle que brillan por la luz. Una imagen preciosa. El silencio de la noche, el cielo lleno de estrellas y esa hermosa postal. Nos acercamos lentamente a poco metros de ellos, aparece un perro y los saca cagando, los preciosos burritos que parados estaban comienzan a correr por las angostas calles hacia abajo, hacia nosotros, los dos turistas bajan corriendo y gritando hasta meternos en un jardincito. Un San Fermín con burros. Unos maricones estos turistas.

07.25 suena el despertador, escuchamos al otro turista afuera acomodar el garguero. Lo invitamos a tomar unos tés con pan y queso, no hay apuro, take it easy.
08.30 salimos tras la conquista de San Isidro.
Se nos suma una perrita a la expedición, la llamamos Iruya. 40 minutos después me fijo y le cambiamos el nombre, Isidro. El camino es precioso, por el lecho de un río angosto, casi seco por momentos, de 2 metros en otros. Lo cruzamos varias veces por puentes de rocas o saltando a como podamos. Isidro nos espanta las vacas en el camino y cuando no encontramos el paso fácil nos lo muestra.

El otro turista se llama Will y es de Australia. Tiene 30 años y nunca salió de su país, anda con ganas de hacer todo rápido y ganar el tiempo perdido. Va muerto con nosotros, los de pasos lentos pero seguros, a veces. Es periodista y quiere aprender español. Se va a quedar 2 meses en La Paz estudiando. Vendió todo lo que tenía en Melbourne menos su notebook, ipod, iphone, 2 cámaras de fotos, 1 de video y su afeitadora. Su mochila es la mitad que la mía y va a viajar por 16 meses.

Luego de 2 horas de caminata en subida siguiendo el lecho del río llegamos a San Isidro, un pequeñísimo pueblito sobre una montaña, la subida hasta ahí, de 50 escalones, la hacemos en 25 minutos, es matador el calor, la altura y el cansancio. Unas empanaditas en el cementerio nos ayudan a seguir el camino.
La recorrida al pueblo en 30 minutos y la vuelta.
Tan cansadora como la ida, aunque en bajada, pero con el sol en la cabeza.

La tarde para despedir a Will que se iba a Bolivia. La noche para ir a la quermés del pueblo, donde los niños de la escuela juntaban plata para irse de viaje de fin de año a Salta. Todos estaban ahí.

De madrugada para tomar el ómnibus a Humahuaca, muy temprano, sin luz y la misma preciosa y peligrosa carretera que nos va a dejar en la ruta hacia La Quiaca.

La Quiaca solamente para irnos a Yavi y cruzar en la mañana del día siguiente a Bolivia.

Dedo hasta Yavi y el pueblito más pequeño y más famoso del mundo, 3 cuadras de largo por 1 de ancho, media hacia cada lado. Es famoso pero nadie sabe por qué. Tampoco hay nadie. Solo perros durmiendo la siesta.

Vamos al único hostal que hay abierto. Todo de adobe y con una vista alucinante hacia los secos valles. Buscamos algo para comer, pero está todo cerrado.
Un perro sentado frente a una puerta verde me mira mientras mueve la cola. Me arrimo y golpeo la puerta que se abre mientras se descubre a todo el pueblo ahí dentro almorzando. El cura, el comisario, dos subalternos, un borracho y dos mujeres.
Saludamos, nos sentamos y comemos.

Luego salimos en busca de otra cascada perdida y de pinturas rupestres. Lindas vistas y cascadas secas.

Al día siguiente el cruce de frontera. Llegamos a La Quiaca y comenzamos a caminar por la calle que nos lleva al paso fronterizo.
Entre conversaciones nos damos cuenta que ya estamos en Villazón y no hicimos ningún trámite. Volvemos y hacemos el sellado de pasaporte, nos revisan por la porcina y nos preguntan a qué vamos a Bolivia, ” a pasear señor”.

En Villazón, Bolivia, una hora menos que en Argentina. Es la ciudad para cambiar dinero hasta llegar a La Paz. Típica ciudad fronteriza, fea y linda por el bagallo. Cambiamos y a tomarnos el ómnibus. El último acaba de salir, lo intento correr y ni ahí lo alcanzo. Me quedo lloroso en una esquina, “a Tupiza?” me pregunta un hombre de mameluco azul, “si señor”, “vengan, son $15 cada uno y calladitos la boca”, “señor, si señor”.

La carretera a Tupiza horrible, la están haciendo de nuevo, pero antes y ahora no hay nada, solo caminos de balastro, con pozos y polvo que entra por todos los agujeros del ómnibus y del humano.

Llegamos con mucho calor a Tupiza, la ciudad desde donde vamos a hacer el tour hacia el Salar de Uyuni. Averiguamos en todas las agencias. Lo más importante: el precio, el chofer y el auto, nada de accidentes en la ruta, nada de conductores borrachos, todo que sea en buen precio. Todas ofrecen lo mismo, los mismos lugares y el mismo precio, caro, mucho más de lo que pensaba gastar.

Llegamos a la última agencia, nos ofrecen mejor precio y nos incluyen la noche del hotel con el desayuno. Igual sigue siendo caro. Nos levantamos del asiento para conversarlo afuera. Antes de salir me doy vuelta y le pregunto: “quiénes son los otros dos pasajeros?”. Mira su hoja y nos dice: “son dos alemanas… y hablan español”.

Nuestras sonrisas firman el trato. Nos pasamos toda la tarde recorriendo el pueblo y buscando en cada rubia otra a su lado que sean nuestras compañeras por cuatro días. No las encontramos. Las imaginamos, van desde Heidi Klum y Claudia Schiffer hasta dos roperos gigantes come preztels.

A la mañana siguiente nuestra ansiedad por ir al Salar es solo superada por conocer a nuestras compañeras de viaje.
“No saben si van las chicas…. una de ellas está muy enferma…”, escucho que le dice la de la agencia al chofer, “…sino van los señores de Canada”.

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turupamaq.wordpress.com

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7 thoughts on “rápido para llegar a Bolivia

  1. Nuevamente acompañandote.
    Nuevamente riendome.
    Nuevamente admirando ese humor interno que tenés de encontrar todo lo que buscas.No es poca cosa.
    Gracias por alegrarnos y darnos una vision distinta.Ya no tenemos tiempo para ver lo mismo.
    Abrazo

  2. Sos un kamikaze Tató, q coraje pa’andar así como así x la vida. Me encanta q te estés divirtiendo y disfrutando CAAAADAAA momento. Gracias x compartirlos. Besos y cuidate.

  3. Mirá, Tato, todo tu relato es precioso pero necesito señalar un punto débil en tu actitud: pienso que deberías intentar disfrutar un poco más del viaje y quejarte menos de la altura; los efectos de la altura son una GRAN mentira, un mito, te lo digo yo que estuve en lugares que iban desde los 3600 a los 5000 metros, y no pasa absolutamente NADA. Ni dolores de cabeza, ni mareos, ni ahogo; es más, jamás en la vida me sentí tan activo y lleno de energía como en esos días. No sé por qué te quejás de las subidas, si son preciosas, sobre todo en la altura.

    Ja! Lo de Villazón… vos también pensaste como yo que es como un “Little Chuy”?

    Los hijos de cuarenta y cinco mil camiones de meretrices de Expreso Ormeño Internacional no me llevaron ni por uno solo de esos lugares. Que desgraciado soy.

    Abrazo gigantesco.

    The VIP Boss

  4. Tati, encantador de Peces:

    Buenisimo tu relato ,pero achica el Ojo, Pescador….
    Mira que te conozco desde que naciste,o yo empiezo los relatos de nuevo desde China ,y te los reenvio todos.
    Queres?????
    Besos

    Papa
    PD segui, me diverti cantidad, y lo de Amelie, es re mentira si la vimos juntos, en el Casablanca, o Rengent Court

  5. Nuenazo Tatito, me encantó.
    seguinos enviando tus mentiras que nos encantan!! igual no creemos todo, pero como nos gusta!!
    Besos de la flía

  6. jelou tato!!!!
    cada capitulo tan disfrutable como el anterior.
    geniales las imagenes del salar…..y las chicas, que tal?
    esperando impasientemente ante la pantalla el proximo , te mando un abrazo y mucha buena suerte!

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